martes, 9 de junio de 2015

Nos cambiamos de sitio web

Queridos hermanos en Cristo nuestro bendito salvador:

Estamos complacidos de informarles que nos hemos cambiado de sitio web.
A partir de hoy nos podrán encontrar en la siguiente dirección:

www.ibrgv.org

Esperamos que les sea de gran bendición.
Las gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes.
Atentamente:
Bautistas Reformados Gracia y Verdad.

sábado, 28 de febrero de 2015

Conferencia: Verdadera Salvación; Verdadera Conversión





Queridos hermanos en Cristo,
 
Por este medio le hacemos la mas cordial invitación a nuestro ciclo de conferencias que se llevará a cabo en la ciudad de Guadalajara los días 1 al 3 de Mayo.
 
Nuestro tema será "Verdadera Salvación; Verdadera Conversión".
 
Estaremos comenzando a las 12:00 del día los tres días.
 
La entrada es gratuita.
 
Si deciden concedernos la bendición de su presencia, le rogamos nos lo confirmen por este medio.
Esperamos contar con su presencia!
 
Cualquier duda o mayor información por favor contáctenos.
 
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con usted!
 
En Cristo - Bautistas Reformados Gracia y Verdad



miércoles, 13 de agosto de 2014

78 Apocalipsis: La gran ramera

​La influencia internacional del calvinismo

Sin lugar a dudas, los paises que abrazaron la reforma protestante son los más prosperos a todos los niveles.  De manera que el calvinismo no solamente ocupa una posición honorable al lado de los sistemas paganos, islamistas y romanistas, al representar un principio singular que domina la vida entera; sino que incluso cumple todas las condiciones para el avance del desarrollo humano a un nivel muy superior.


Esto quedaría en una mera posibilidad sin una realidad correspondiente, si la historia no testificase que el calvinismo realmente hizo fluir el río de la vida humana en un canal diferente, y ennobleció la vida social de las naciones. Y por tanto, termino asegurando que el calvinismo no solamente ofreció estas posibilidades, sino que comprendió también cómo realizarlas. Para comprobarlo, pregúntense solamente qué hubiera sido de Europa y América, si en el siglo XVI la estrella del calvinismo no se hubiera levantado repentinamente sobre el horizonte de Europa Occidental.

 En este caso, España hubiera aplastado a los Países Bajos. En Inglaterra y Escocia, los Stuarts habrían llevado a cabo sus fatales planes.  En Suiza, el espíritu de tibieza hubiera prevalecido. Los comienzos de la vida en este mundo nuevo hubieran sido completamente diferentes. Y como una consecuencia inevitable, el equilibrio de poderes en Europa hubiera regresado a su posición anterior. El protestantismo no hubiera sido capaz de mantenerse en la política. No se hubiera presentado ninguna resistencia más contra los poderes romanistas-conservadores de los Habsburgo, los Borbones y los Estuardo.

 El desarrollo libre de las naciones, como lo vemos en Europa y América, se hubiera impedido. El entero continente americano hubiera permanecido sujeto a España. La historia de ambos continentes hubiera sido muy triste, y la pregunta queda abierta a si el espíritu del Interino de Léipzig no hubiera tenido éxito al reducir el norte de Europa nuevamente, con una forma de protestantismo romanizado, bajo la jerarquía antigua. La devoción entusiasta de los mejores historiadores de la segunda mitad de este siglo en cuanto a la lucha de los Países Bajos contra España, como uno de los mejores temas de investigación, solo se explica por la convicción de que si el poder de España no hubiera sido quebrantado por el heroísmo del espíritu calvinista, la historia de los Países Bajos, de Europa y del mundo hubiera sido tan dolorosamente triste y oscura, mientras que ahora, gracias al calvinismo, es brillante e inspiradora. El profesor Fruin comenta, con razón, que: "En Suiza, en Francia, en los Países Bajos, en Escocia y en Inglaterra, y dondequiera que el protestantismo tuvo que establecerse bajo la amenaza de la espada, fue el calvinismo el que prevaleció."

Tengan presente que esta vuelta en la historia del mundo no se hubiera logrado, excepto por medio de la implantación de un principio diferente en el corazón humano, y por el despliegue de un mundo de ideas diferentes ante la mente humana; que solamente por el calvinismo el salmo de la libertad encontró su camino desde la conciencia atribulada hasta los labios; que el calvinismo captó y nos garantizó nuestros derechos civiles constitucionales; y que simultáneamente con esto salió desde Europa Occidental este movimiento poderoso que promovió el nuevo despertar de las ciencias y artes, abrió nuevas avenidas para el comercio, embelleció la vida doméstica y social, exaltó a las clases medias a posiciones de honor, hizo abundar la filantropía; y más todavía, elevó, purificó, y ennobleció la vida moral por la seriedad puritana; - y entonces juzguen por ustedes mismos si es justificado seguir encerrando este calvinismo dado por Dios en los archivos de historia, y si fuese solamente un sueño la idea de que el calvinismo tiene todavía una bendición a aportar y una esperanza brillante a revelar para el futuro.

La lucha de los bóers en Transvaal contra uno de los poderes más fuertes debe haberles recordado vuestro propio pasado. ... Si el calvinismo no hubiera pasado de nuestros padres hacia sus descendientes africanos, ninguna república libre hubiera surgido en el sur del Continente Negro. Esto demuestra que el calvinismo no está muerto - que todavía lleva dentro de sí la energía vital de los días de su gloria pasada. Sí, como un grano de trigo de las tumbas de los faraones, cuando se entrega nuevamente al suelo, trae fruto cien veces, así el calvinismo lleva todavía un poder maravilloso para el futuro de las naciones. Y si de nosotros, los cristianos de ambos continentes, en nuestra lucha más heroica se espera que hagamos todavía hazañas, marchando bajo la bandera de la cruz en contra del espíritu de los tiempos, entonces solamente el calvinismo nos equipa con un principio inflexible, el cual nos garantiza por su poder una victoria no fácil, pero segura.

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Este documento fue expuesto en la Universidad de Princeton en el año 1898 por  Abraham Kuyper (1837-1920) quien fue Teólogo, Primer Ministro de Holanda, y fundador de la Universidad Libre de Ámsterdam.

¿Qué hace a una iglesia bautista “reformada”, distinta de una iglesia evangélica calvinista?



En los últimos años el calvinismo se ha convertido otra vez en algo grandioso en muchos círculos evangélicos. Populares predicadores y autores evangélicos como John Piper y John MacArthur han impulsado el interés en “las doctrinas de la gracia” o “los cinco puntos del Calvinismo”. Muchas principales iglesias evangélicas reclaman ahora ser “reformadas” en algún grado u otro; o promover la teología “reformada”. No puedo dejar de pensar, sin embargo, que existe a menudo un grado no pequeño de lo que puede ser llamado una publicidad falsa en tal afirmación. Yo digo esto sabiendo que muchos de mis amigos Presbiterianos Reformados pueden bien decir la misma cosa, por completo, acerca de los Bautistas “Reformados”, ya que nosotros no abrazamos algunas cosas que ellos sostienen como esenciales a la fe reformada, como el bautismo de infantes, o el conexionalismo altamente estructurado entre las iglesias. Esto podría ser un buen tema para un futuro ensayo. Por ahora, sin embargo, permítanme sugerir cinco maneras en las cuales una Iglesia Bautista Reformada será diferente de una iglesia la cual, al menos por el momento, ha abrazado en alguna medida una visión calvinista de la salvación.
Una Iglesia Bautista Reformada será:
1. Confesional.- Será afirmada inequívocamente la histórica Confesión Bautista Reformada: La Segunda Confesión Bautista de Londres de 1689. Esta Confesión Bautista Puritana es sustanciosa, bíblica y completa. No trata de dividir la diferencia entre calvinismo y arminianismo. Provee los límites claros para las creencias y prácticas de la iglesia.
2. Pactal.- Será pactal en su teología. No solamente va a rechazar el clásico premilenialismo dispensacional con todos sus cuadros extra-bíblicos y sus especulaciones del final de los tiempos; sino también al llamado “dispensacionalismo progresivo” así como al reciente “Nuevo Pacto” el cual trata de fusionar el dispensacionalismo con el calvinismo (ver el reciente libro “El Reino a través del Pacto” [Crossway, 2012])
3. Cesacionista.- Una Iglesia Bautista Reformada no retrocederá de la interpretación de la Escritura dada en el artículo uno de la Confesión el cual declara que las formas anteriores que Dios ha tenido para revelarse Él mismo ahora han cesado. Dirigirá a su pueblo no hacia la búsqueda de experiencias extra-ordinarias sino a la Suficiencia de las Escrituras y a los medios ordinarios de gracia (oración, meditación, predicación, bautismo y la cena del Señor)
4. Regulativa en la adoración.- Será seria en la búsqueda de conducir la adoración corporativa de acuerdo a los mandamientos de Dios y no a las preferencias de los hombres.
5. Observancia del Sabbath.- Mantendrá la validez de la Ley Moral, incluido el Cuarto Mandamiento recordando el día Sabbath para santificarlo. Buscará, por supuesto,  hacerlo no de una manera gravosa, legalista, de manera farisaica, adicionando “doctrinas de hombres” a la “doctrina de Dios”; sino en una manera gozosa, obediente y fiel.
Las cinco descripciones anteriores podrían ser formuladas en cinco preguntas que una persona que está buscando una iglesia puede preguntar a tal congregación y su ministerio:
1. ¿Sostiene su iglesia la Segunda Confesión Bautista de Londres? Y si no, ¿Por qué no? ¿En qué parte no está usted de acuerdo con la Confesión?
2. ¿Lee y predica esta iglesia la Biblia a través del lente de la teología dispensacionalista, o través de la Teología del Pacto?
3. ¿Cree claramente esta iglesia que los dones extraordinarios y los milagros de los tiempos apostólicos han cesado ahora, o sostiene un punto de vista “abierto pero cauteloso”? ¿Qué dicen acerca de su punto de vista de la total Suficiencia de las Escrituras?
4. ¿Qué regula o controla las decisiones tomadas en esta iglesia acerca de la adoración a Dios? ¿Está más dirigida por la búsqueda de lo que Dios requiere, o en la búsqueda de lo que el hombre desea?
5. ¿Sostiene esta iglesia que el Día del Señor es el Sabbath Cristiano? ¿Cree en la validez permanente del Cuarto Mandamiento y exhorta a la obediencia de ello? ¿O es el domingo simplemente otro día que solamente pasa a ser el día en que nos reunimos para adorar?
Estas son solamente cinco marcas. Sin duda hay otras. A primera vista es posible que pareciera que no haya mucha diferencia entre lo que una iglesia evangélica calvinista sostiene y lo que una Iglesia Reformada sostiene y predica. Las cinco preguntas anteriores deben ayudar a clarificar aquellas diferencias. El resultado final puede que no sea visible para los próximos años que vienen, así como es desarrollado en la vida y fe de los creyentes individuales y en las iglesias corporativas. Lamentablemente, la mayoría de las modas vienen y van. Sin raíces confesionales la popularidad del calvinismo probablemente se desvanecerá con el tiempo. Un argumento pragmático se hará: que la tienda necesita ser lo suficientemente grande aun para incluir amigos con quienes no estamos de acuerdo. Con el tiempo, las diferencias se desvanecerán, y nuevas modas se levantarán para suplantar lo viejo.
Que el Señor nos ayude, a diferencia de esta tendencia, a aferrarnos al Cristianismo Bíblico. Esto es lo que realmente queremos decir por “Fe Reformada”. No nos referimos a una sociedad histórica reformada y puritana. Nos referimos a una fe que está otra vez completamente regulada, formada, conformada y reformada por las Sagradas Escrituras.
Yo estoy agradecido de ser parte de una Iglesia Bautista Reformada en Charlottesville, Virginia.
Gracia y paz, pastor Jeff Riddle.
Nota del traductor.- Con respecto al punto de la observancia del Sabbath es necesario aclarar que los Bautistas Reformados guardamos el día Domingo como el Día del Señor, día en que se reúnen los redimidos por la Sangre del Cordero, pero con las implicaciones de sábado judío.

Una perspectiva bíblica del conflicto entre Israel y Palestina

A continuación les presentamos un artículo escrito por el pastor Sugel Michelén acerca de la naturaleza de Israel como nación el día de hoy.



El 27 de Octubre de 1994, en un discurso pronunciado en la Knésset o Parlamento israelí, el entonces presidente de EUA, Bill Clinton, citó las siguientes palabras que un pastor le dirigió a él antes de llegar a la presidencia: “Si tu abandonas a Israel, Dios nunca te lo perdonará… Es la voluntad de Dios que Israel, el hogar bíblico del pueblo de Israel, continúe por siempre y siempre”.
Y luego concluyó su discurso con estas palabras: “Hasta que alcancemos una paz comprensiva en el Medio Oriente y después de que esa paz comprensiva sea alcanzada…, sepan esto: Vuestra travesía es nuestra travesía, y América permanecerá a vuestro lado hoy y siempre”. Independientemente del propósito político que pueda haber detrás de estas palabras, hay tres aseveraciones aquí que no podemos pasar por alto: En primer lugar, según el presidente Clinton, si EUA abandona a Israel estaría cometiendo un pecado contra Dios; en segundo lugar, según él, Israel posee un derecho divino sobre la tierra de Palestina; y en tercer lugar, y como consecuencia de lo anterior, EUA está comprometido con prestar una ayuda incondicional a la nación de Israel. Ahora bien, a la luz de las enseñanzas de las Escrituras, ¿cuál es el lugar que ocupa la nación de Israel actualmente dentro del plan redentor de Dios? ¿Se cumplió alguna profecía bíblica en mayo de 1948, cuando David Ben Gurión proclamó el nacimiento del Estado de Israel en las Naciones Unidas?  Estas son algunas de las preguntas que quiero responder en estos artículos, ahora que Palestina fue reconocida en la Asamblea General de Naciones Unidas como “Estado Observador no miembro” de la organización, el 29 de Noviembre pasado.
Para comprender el drama que hoy se vive en Medio Oriente debido al conflicto árabe – israelí, debemos retroceder en el tiempo a mediados del siglo II d.C. cuando los judíos fueron expulsados definitivamente de la tierra de Israel por el Imperio Romano. Unas 6 décadas después de que el templo de Jerusalén fuera destruido por Tito, en el año 70 d.C., el emperador Adriano se propuso reconstruir Jerusalén como una ciudad griega. Esto fue considerado por los judíos como una profanación de sus lugares sagrados, lo que provocó un violento levantamiento en el 132 d.C. que duró unos dos años y medio, liderados por Bar Kochba.
Aunque el ejército romano sufrió muchas bajas en esta revuelta, finalmente logró someter a los judíos, cuyos sobrevivientes fueron expulsados definitivamente de Jerusalén o vendidos como esclavos. Entonces la ciudad de Jerusalén fue reconstruida como una ciudad griega y rebautizada con el nombre de Aelia Capitolina. Mientras que a la provincia de Judea se le comienza a llamar “Palestina” o tierra de los filisteos, en un intento de borrar completamente la memoria del pueblo de Israel en conexión con ese territorio.
Unos años más tarde, en el 637 d. C., los musulmanes conquistan las localidades situadas en la franja costera y se inicia una época en que Palestina cambió de manos varias veces, incluyendo el dominio de los famosos cruzados; hasta que en el 1291 vuelve a pasar a mano de los musulmanes en tiempos de Saladino. Los sultanes turcos, herederos del Califa, extendieron su dominio al territorio Palestino en 1516, viniendo así a formar parte del Imperio Otomano hasta la primera Guerra Mundial. De manera que, durante 400 años Palestina, estuvo en manos de los turcos.
En el ínterin, los judíos que fueron desterrados establecieron comunidades en los cinco Continentes, sufriendo mal trato en muchas ocasiones, en mayor o en menor grado. Para finales del siglo XIX se levantó un fuerte antisemitismo, tanto en Europa Central como en Europa Occidental, lo que fortaleció la identidad judía y la convicción de que la única solución factible para ellos era radicarse en un estado judío independiente.
Así nace el sionismo, un movimiento político organizado, de corte secular (no religioso) y nacionalista, que impulsa el retorno de los judíos a la tierra de Palestina, en un momento en que el Imperio Otomano se encuentra muy debilitado. En 1882 comienzan las oleadas de inmigrantes a regresar a Palestina, de manera que para 1914 había unos 85,000 judíos en la región. Esto trae como consecuencia un despertar del nacionalismo Árabe que no ve con buenos ojos la inmigración y asentamiento de los judíos.
El asunto toma un  giro más complejo durante la Primera Guerra Mundial cuando, en 1917, los británicos ponen fin al control del imperio Otomano sobre Palestina en Diciembre de ese año, tomando el mando de la situación, y teniendo como agenda el establecimiento en Israel del Hogar Nacional de los judíos, tal como estaba contemplado en la famosa declaración Balfour fechada el 2 de Noviembre de 1917. Esta declaración señalaba “que no se hará nada que perjudique los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina”. Lo que no estaba claro era cómo habría de establecerse un hogar nacional para el pueblo de Israel, sin afectar a los palestinos que habitaban esas tierras por generaciones.
Con la llegada de Hitler al poder, en 1933, las inmigraciones legales e ilegales se multiplicaron como nunca antes, de tal manera que para 1936 la población judía era de unos 400,000 habitantes. Los conflictos entre árabes e israelíes se fueron haciendo cada vez más violentos, hasta que en 1947 los ingleses decidieron poner en mano de la recién creada ONU el problema de estas dos comunidades en continua lucha. La ONU recomienda la partición de Palestina en dos Estados independientes, uno árabe y el otro judío, dejando a Jerusalén como zona internacional. Los israelitas aceptan el plan de partición en el que a ellos se les otorga el 55% del territorio de Palestina, pero los árabes lo rechazaron rotundamente, alegando, entre otras cosas, la injusticia de que se le cediera a Israel un territorio mayor cuando apenas tenían unas décadas allí y eran casi 3 veces menos en número.
Finalmente, el 14 de mayo de 1948 David Ben Gurión proclama unilateralmente el nacimiento del Estado de Israel, lo que trae como consecuencia que al día siguiente ejércitos árabes invadieran Palestina. Al término de la guerra, en julio de 1949, Israel sale victoriosa ocupando el 77% del territorio de la Palestina histórica (ese territorio sería aún mayor después de la guerra de los 6 días, en junio de 1967, cuando Israel añadiría a su territorio unos 69 mil km2).
Como consecuencia de este conflicto un poco más de 700.000 árabes palestinos se vieron obligados a abandonar sus hogares y convertirse en refugiados en los países vecinos, quedando sólo unos 100.000 palestinos en territorio israelí. Actualmente la población Palestina asciende a 4.260.000 personas, un tercio de los cuales vive en Gaza y Cisjordania, mientras que más de un millón vive en el mismo Israel.
Esa es, básicamente, y visto de una manera muy resumida, el trasfondo de la crisis que hoy se vive en Medio Oriente, para la cual no se vislumbra una solución a corto plazo. David Ben Gurión resumió en pocas palabras la naturaleza y profundidad de esta crisis, cuando dijo en cierta ocasión: “Todo el mundo considera problemáticas las relaciones entre judíos y árabes. Pero no todos ven que esta cuestión es insoluble. Un abismo separa a las dos comunidades… Queremos que Palestina sea nuestra nación. Los árabes quieren exactamente lo mismo”.
Sin embargo, como vimos al principio, para muchas personas este conflicto está tan claro como la luz del medio día. Si el pueblo de Israel es la nación escogida por Dios, y la tierra de Palestina es suya por derecho divino, entonces lo ocurrido en 1948 no fue más que el cumplimiento del plan profético de Dios para con ese pueblo. Pero, ¿es realmente así? ¿Fue el nacimiento del Estado moderno de Israel el cumplimiento de alguna profecía bíblica? ¿Posee Israel algún derecho divino sobre la tierra de Palestina?




Para tener una perspectiva bíblica del actual conflicto entre Israel y Palestina debemos considerar tres aspectos distintos de esta cuestión, pero que están profundamente relacionados entre sí: 1) el propósito de la existencia de Israel como nación; 2) la promesa de la tierra y su significado; y 3) la identidad de los verdaderos recipientes de la promesa dada por Dios en Su pacto con Abraham.
El propósito de la existencia de Israel como nación
Podemos ubicar el origen de la nación de Israel en el llamamiento de Abraham, en Gn. 12:1-3: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.
Dios llamó a Abraham a salir de su tierra y de su parentela, a una tierra en ese momento desconocida para él, y en ese llamamiento le promete, entre otras cosas, hacer de él una gran nación y por medio de él bendecir a todas las familias de la tierra. Así que desde el principio era obvio que la formación de Israel no era un fin en sí mismo. Esta nación habría de ser un instrumento clave en las manos de Dios para llevar a cabo Su plan de redención para todos los hombres sin distinción de raza.
En Gn. 3:15 Dios prometió enviar a un Salvador, nacido de mujer (es decir a un ser humano), que habría de redimir al hombre del pecado y que habría de revertir los efectos de la caída. Es en cumplimiento de esa promesa que el Señor escoge a Abraham y entra en pacto con él y le promete como parte de ese pacto la tierra de Canaán por heredad perpetua (comp. Gn. 15).
Conforme a la promesa de Dios, Abraham tuvo un hijo con su esposa Sara, Isaac; años más tarde su nieto Jacob tiene que emigrar junto a su familia a Egipto, donde no solo se multiplican grandemente, tal como Dios había prometido, sino también donde son esclavizados por 400 años (también en cumplimiento de la Palabra de Dios en Gn. 15:13); hasta que son libertados por medio de Moisés e introducidos en la tierra prometida bajo el mando de Josué.
Ahora bien, ¿por qué Dios prometió específicamente esa tierra y no otra? Porque la tierra de Canaán ocupaba un lugar estratégico en esa región, como una especie de puente estrecho que conectaba África, Europa y Asia. En Ez. 5:5 Dios dice de Jerusalén: “La puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ellas”. Esa no fue una elección antojadiza. Israel era el paso obligado entre el norte y el sur; lo que permitiría a las naciones entrar en contacto con esta nación gobernada por Dios mismo y poder conocer así al Dios de Israel (comp. Ex. 19:5-6).
Por cuanto toda la tierra es del Señor, Dios escoge a Israel, le revela Su voluntad y lo coloca en ese lugar para cumplir así Sus propósitos redentores para con toda la humanidad (comp. Deut. 4:5-8). De manera que la tierra de Israel era un lugar estratégico para el cumplimiento de los planes redentores de Dios para con todas las familias de la tierra, pero al mismo tiempo simbolizaba las bendiciones de Dios prometidas a Su pueblo en el contexto de Sus propósitos redentores.
La promesa de la tierra y su significado
En el antiguo pacto el Señor hizo uso de muchos tipos y figuras con el propósito de enseñar a Su pueblo algunas verdades espirituales. Esos tipos y figuras no eran un fin en sí mismos; es por esa razón que al hacerse realidad aquello que esas cosas prefiguraban, las figuras mismas perdieron su razón de ser.
Por ejemplo, todo el sistema de sacrificios y rituales que los judíos practicaban en el AT, no eran más que figuras de la obra de redención que el Mesías habría de llevar a cabo con el sacrificio de Sí mismo. Es por eso que todos esos rituales y sacrificios fueron descontinuados cuando Cristo muere en la cruz.
Pues de la misma manera, la tierra prometida en el antiguo pacto al pueblo de Israel prefiguraba bendiciones más amplias para el pueblo de Dios; miraba hacia una realidad más gloriosa que a una simple franja de tierra en Medio Oriente. Esa tierra simbolizaba el paraíso que perdieron nuestros padres en la caída y que Cristo vino a recobrar a través de Su obra de redención.
Noten lo que dice el autor de la carta a los Hebreos acerca de Abraham, en He. 11:8-10: “Por la fe Abraham,  siendo llamado,  obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”.
Abraham no veía la posesión de esa franja de tierra en Canaán como el objeto primario de la promesa divina, sino lo que esa tierra prefiguraba. No sabemos qué tanto pudo haber entendido Abraham con la luz que tenía, pero la promesa central del pacto que Dios hizo con él era una nueva tierra en la cual mora la justicia y de la cual la tierra de Canaán no era más que un tipo o figura (comp. Sal. 37:3, 8-9, 11, 22, 29, 34).
Cuando llegamos al NT vemos claramente las implicaciones de esta promesa de Dios. El Señor dice a Sus discípulos en las bienaventuranzas, en Mt. 5:5, que los mansos heredarán la tierra, en una clara referencia al Salmo 37. Y hablando acerca de la promesa que Dios le hizo a Abraham, Pablo dice en Rom. 4:13: “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe”. No heredero de una franja de tierra en Medio Oriente, sino heredero DEL MUNDO. A través de la obra de Cristo, el paraíso perdido vendrá a ser el paraíso recobrado (comp. Rom. 8:19-21). Esta promesa no es para los descendientes físicos de Abraham, los judíos, sino para todos aquellos que por la fe en Cristo han venido a ser herederos de esa promesa, como veremos más ampliamente en nuestro próximo artículo.

Fuente: Todo Pensamiento Cautivo.

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